El triunfo electoral en las principales ciudades españolas de las fuerzas políticas republicanas el 12 de abril de 1931 supuso el derrumbamiento definitivo de la monarquía de Alfonso XIII y el nacimiento de la II República española, que sería proclamada el 14 de abril. El mismo día, unas horas antes Francesc Macià, líder de Esquerra Republicana de Cataluña, proclamó uniteralmente la República Catalana dentro de una hipotética confederación ibérica. Finalmente, el día 17 de abril, el Gobierno provisional español llegó a un pacto y la República catalana adoptó el nombre de Generalitat, quedando integrada como Gobierno autónomo de la República española.


La España de 1931 tenía una serie de problemas por resolver heredados del siglo XIX que implicaban reformas agrarias y militares y hacer frente a cuestiones no menos polémicas en el ámbito religioso y territorial. Cambios necesarios, pero no por ello menos conflictivos, que es preciso contextualizar en el marco de la crisis económica y social de la Europa de los años treinta.


Las políticas reformistas republicanas generaron el descontento de parte de la sociedad española y de sectores que hasta entonces habían sido clave en su gobernabilidad, especialmente el Ejército. El 17 de julio de 1936 se produjo una insurrección militar en Marruecos que al día siguiente llegaría a la península. Era el inicio de la Guerra Civil española. En Cataluña, como en otras zonas del Estado, el fracaso de la rebelión militar causó el colapso de la administración republicana y, al mismo tiempo, desencadenó una revolución social que durante los primeros meses del conflicto condujo a la persecución y asesinato de personas de significación conservadora y/o católica. Tanto la República española como la Generalitat intentaron y consiguieron en parte, a pesar de la confusión reinante, salvar muchas vidas de personas consideradas de derechas. Normalmente se les facilitó la salida hacia Francia e Italia y, finalmente, la mayoría fueron a parar a la España franquista. A este hecho se le ha dado en llamar el exilio blanco de 1936.


A lo largo de la contienda militar, que duró cerca de tres años, centenares y miles de personas abandonaron sus hogares y con sus pocas pertenencias se desplazaron por el territorio peninsular. Algunos incluso abandonaron el país, por tierra o por mar, en función de la evolución de los frentes. Pero fue sobre todo el desenlace de la Batalla del Ebro y la ofensiva franquista sobre Cataluña a finales de 1938 y principios de 1939 lo que propició el gran éxodo de cerca de 500.000 personas, militares y civiles que defendían la República, hacia la frontera francesa, una tragedia humana sin precedentes en nuestra historia.


Paso de la frontera de Portbou en febrero de 1939

La polarización de las posiciones políticas de la Europa de los años treinta, ejemplificada durante la Guerra Civil española entre el gobierno legítimo de la República, que recibió el apoyo condicionado de la URSS y la solidaridad de las Brigadas Internacionales, y el bando nacional, con el apoyo de la Alemania nacionalsocialista y de la Italia fascista, tuvo también su plasmación en la producción artística y propagandística. En la Europa de los años treinta, la radicalidad ideológica llegaba a todos los ámbitos, especialmente aquellos que tenían un potencial comunicador como las artes, la prensa, el cine o la radio. La propia Generalitat de Cataluña ya a principios de la Guerra Civil se dio cuenta de que tenía que disponer de un aparato de propaganda propio, que se creó por decreto de 3 de octubre de 1936 con el nombre de Comisariado de Propaganda.

Al amparo de este organismo, adscrito a la Presidencia de la Generalitat y dirigido por el periodista Jaume Miravitlles, se editó, a partir del 18 de octubre de 1936, un boletín de información en diversos idiomas sobre la evolución del conflicto bajo el título «Comunicado de prensa». Además se publicaron carteles de propaganda, aleluyas satiricopolíticas y se organizaron exposiciones. En el ámbito cinematográfico, la producción y proyección de noticiarios se vehiculó a través de la creación de la productora Laia Films; también se hicieron campañas radiofónicas destinadas tanto al frente como a la retaguardia...

Gracias en parte a este Comisariado de Propaganda han llegado hasta nuestros días fotografías, carteles o esculturas que han acabado formando parte de nuestro imaginario colectivo sobre la Guerra Civil española, convirtiéndose en una especie de iconos de ésta. Iconos que, como el Guernika de Picasso, ya no se pueden desligar de este episodio de nuestra historia.


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